Mis sexenios (66)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
Tercera y última etapa
del sexenio montemayorista
Para febrero de 1999, la situación político-electoral en el estado comenzaba a aclararse. Para empezar, Humberto Roque Villanueva visitó Coahuila supuestamente para iniciar su campaña como precandidato ¡presidencial! En Saltillo asistió a una comida en donde presentó su libro titulado: “Seis años para ganar un siglo”, y para pagar a los anfitriones su generosidad, manifestó su apoyo por el precandidato gubernamental Alejandro Gutiérrez Gutiérrez (a) “La Coneja”.
Este “apoyo” de Humberto Roque a “La Coneja” de poco servía, pues Roque no significaba nada en el espectro político coahuilense, y Alejandro Gutiérrez no tenía la más remota posibilidad de convertirse en candidato, pero se le mencionaba como uno de los precandidatos paleros, precisamente el mismo rol que Humberto Roque estaba jugando como precandidato ¡presidencial!
Aprovechando su visita relámpago, Roque Villanueva se trasladó a Parras de la Fuente en donde participó en actos cívicos y compartió el pan y la sal con periodistas, políticos y funcionarios, y dictó una conferencia sobre la democracia en la tierra de Madero. Pero estos eventos fueron desairados por los medios de comunicación.
Según sus críticos, Roque había cometido el error de manifestar su “apoyo” al desprestigiado Alejandro Gutiérrez, quien con anticipación había anunciado que Humberto Roque vendría a Coahuila a darle su respaldo para la gubernatura.
Para estas fechas, los montemayoristas ya habían obligado a Humberto Moreira a renunciar como delegado del INEA. Según se dijo, el pretexto de la obligada renuncia la dieron los precandidatos gubernamentales Alejandro Gutiérrez, Jesús María Ramón y Braulio Fernández Aguirre, quienes en santa alianza denunciaron que Humberto Moreira utilizaba los recursos de INEA para favorecer a Enrique Martínez y comprar simpatías.
Lo cierto era que la relación que Humberto Moreira construyó con los sectores populares lo hicieron peligroso para los que no tenían su simpatía, y comenzó una campaña en contra de quien había osado desobedecer la línea de Montemayor de no apoyar a Enrique Martínez.
Y como era de esperarse, el secretario de gobierno Carlos Juaristi Septién se apoderó del INEA, imponiendo como delegado a uno de sus incondicionales, José Alejandro Dávila Garza.
Finalmente, el 21 de marzo de 1999 quedaría despejada la incógnita, los priistas decidieron entre cuatro precandidatos registrados: Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, Jesús María Ramón Valdés, Enrique Martínez y Martínez y Braulio Fernández Aguirre. Dos de ellos eran paleros: Alejandro y Braulio, uno el oficial: Jesús María Ramón y el otro era el enemigo a vencer de acuerdo a la línea montemayorista: Enrique Martínez y Martínez, quien saldría triunfante en la elección priista, en la que hubo de todo: compra de votos, acarreo, oportunismo, acusaciones, golpes bajos, inconfor- midades, etc.
Luego de la elección del candidato priista, sólo Jesús María Ramón, manifestó su inconformidad con los resultados del proceso de selección, y amenazó que se lanzaría como candidato guberna- mental por una coalición de partidos.
Para conocer de primera mano la realidad, entrevisté periodísticamente a Octavio Pimentel González, quien desde un año antes fungía como Presidente del PRI coahuilense. De entrada Octavio advirtió: “Espero que las declaraciones que ha hecho en los últimos días Jesús María Ramón, sean producto de su lenta asimilación de los resultados del 21 de marzo, y confío en que finalmente impere la madurez, pues él firmó compromisos políticos con los otros precandi- datos”. Y para rematar señaló: “Jesús María Ramón debe aceptar que 70 mil votos de diferencia son muchos. En su caso, yo no abriría la boca”.
Sobre una posible coalición de partidos, Octavio Pimentel aseguró: “La oposición tiene pocas probabilidades de derrotar al PRI”, y precisó: “Los coahuilenses ya saben cómo gobiernan los panistas”. Como es lógico Octavio no desaprove- chó la oportunidad para echarle incienso a su patrón en turno, señalando que: “El trabajo de Monte-mayor favorece el triunfo priista”.
Octavio Pimentel, que durante su juventud había sido antipriista, engolosinado por el triunfo de su amigo EMM, desbarró y sin medir sus palabras afirmó que “El PRI no debe ser el partido en donde la plutocracia imponga a los candidatos”. A Octavio se le olvidó que los cuatro precandidatos priistas son plutócratas: Enrique Martínez, Jesús María Ramón, Alejandro Gutiérrez y Braulio Fernández Aguirre.
Pero Octavio Pimentel no fue el único que desbarró luego de la selección del candidato priista, también lo hizo la esposa de Jesús María Ramón al leer por el canal 58 de RCG un escrito titulado “De lo que se perdió Coahuila”, en donde aseguraba que su marido quería ser gobernador para hacer lo siguiente:
1.- Solucionar la pobreza lacerante.
2.- Ayudar a los discapacitados.
3.- Preparar profesionistas competentes.
4.- Fomentar una mejor educación.
5.- Crear fuentes de trabajo.
6.- Crear salarios justos.
7.- Desarrollar un gobierno honesto y capaz.
8.- Impartir justicia.
9.- La participación de jóvenes y mujeres.
10.- Fomentar los valores.
11.- Modernizar la estructura del estado.
12.- Intensificar la inversión económica.
Y para explicar la aplastante derrota que sufrió su marido, la señora de Ramón señaló:
A.- Ganó nuevamente el engaño, la chicana, el mapachismo y la trampa.
B.- De nuevo los hijos de las tinieblas fueron más astutos que los hijos de la luz.
C.- De nuevo este pobre México nuestro se vendió por un plato de lentejas.
D.- Otra vez se manejó la simulación, el miedo y la avaricia.
E.- Cómo pueden estar en el poder si llegaron a través del engaño y la mentira.
Sin recato alguno, la esposa de Jesús María Ramón dijo todo esto por televisión. Para qué más comentarios.
Quizás los reclamos de Jesús María Ramón eran porque sabía que el Presidente del PRI coahuilense era enriquista, tan era así que días después de la selección del candidato priista, Octavio renunció a la Presidencia del PRI coahuilense. Según unos, la renuncia se hizo por presiones de Jesús María Ramón; de acuerdo a otros, Octavio renunció para irse a la campaña de su amigo Enrique Martínez. Lo cierto es que Octavio Pimentel sería el Secretario Técnico del gabinete enriquista.
Por cierto, luego de la selección del candidato priista, Jesús María Ramón reunió a su equipo de precampaña en Torreón para agrade- cerles su participación, pero uno de sus colabo- radores, Humberto Pérez Hinojosa, le propuso que el grupo continuara unido y luchando. Jesús María sabiendo que querían seguir cobrando, molesto les contestó: “Eso se acabó el 21 de marzo, no les debo nada, ya les pagué a todos sus servicios”.
En sustitución de Octavio Pimentel llegó a la Presidencia del PRI estatal otro inefable político coahuilense: Humberto Dávila Esquivel, que estaba en desgracia porque supuestamente había caido de la gracia de su jefa Elba Esther Gordillo desde que entregó la dirigencia nacional del SNTE.
Para equilibrar al priista Humberto Dávila, Montemayor nombró como Secretario General del PRI a un panista (disfrazado de priista) Germán Froto Madariaga. Por su parte, Dávila Esquivel también mostró su masoquismo, al integrar a su equipo a otro intrigoso más: Martín Facio. Para explicar el poco cuidado que se tuvo en escoger a los nuevos líderes priistas que se encargaría de la campaña de Enrique Martínez y de las elecciones, los enriquistas aseguraban que a EMM poco le importaba el PRI estatal, pues había llegado a la candidatura básicamente con una estructura electoral paralela que había construido desde el INEA, Humberto Moreira.
Luego de la selección del candidato priista, a Montemayor le quedaban 8 meses de gobierno, lo mismo le pasaba al alcalde panista Manuel López Villarreal. Ambos “gobernantes” cursaban con éxito el “Año de Hidalgo”, por aquello de que “Chingue a su madre el que deje algo”.
Por su parte, la “administración municipal” de Manuel López Villarreal continuaba con su incapacidad, tráfico de influencias y operativos recaudatorios. Para estas fechas se insistía que el Alcalde saltillense había otorgado mil concesiones de taxis, de las tres mil que había en Saltillo. Según se decía, 500 de estas concesiones se las había dado a sus amigos que nada tenían que ver con el negocio de los taxis, y las otras 500 sirvieron como pago de facturas políticas y compra de voluntades.
A diez meses de terminar su periodo como alcalde, Manuel López autorizó el mayor aumento que hayan experimentado las tarifas del transporte urbano: 66 por ciento, de 1.50 a 2.50 pesos, pues los amigos ricachones del incapaz Presidente Municipal habían decidido invertir en el negocio del transporte urbano, como fue el caso de su primo Fernando López Alanís, quien adquirió decenas de concesiones de las rutas Zapalinamé y Chapul, que son las más rentables.
El caso de Simas de Saltillo era semejante. Manuel López había prometido en campaña que todos los saltillenses tendría agua en sus casas las 24 horas del día, pero nunca cumplió su promesa; al contrario, con Manuel el agua fue más escasa y sufrió un incremento en sus tarifas del 300 por ciento. Era obvio que estaba preparando las circunstancias para que el Simas fuera privatizado, pues los dueños del GIS y sus herederos, acariciaban la idea de apoderarse del agua potable de los saltillenses, tal y como lo habían hecho con las aguas residuales.
Para esta fecha ya nadie ignoraba que a los López del Bosque (propietarios del GIS y parientes directos del Alcalde panista) les habían concesionado gratis las aguas negras de Saltillo por 50 años. En una entrevista radiofónica, Manuel se deslindó del hecho, asegurando que él no le había concesionado gratis a sus parientes las aguas residuales, señalando que el gobierno del estado había sido el que generosamente las concesionó a sus familiares.
Desde el momento de la selección del candidato priista hasta el día de la elección constitucional que sería en septiembre, los reflectores de los medios giraron hacia Enrique Martínez y abandonaron a Montemayor, pero también los oportunistas de todo tipo se dieron cita para saludar al candidato.
Así comenzaron a aparecer con mayor frecuencia los que luego darían mucho de qué hablar, tal es el caso del vividor de raras costum- bres Javier de la Mora de la Peña, que ya se manejaba como secretario particular de EMM y se ostentaba como “muy cercano al candidato”. Nunca supe en qué se basaba esa ostentación, pero lo cierto es que durante todo el sexenio enriquista, Javier de la Mora cobró generosos sueldos por ser esposo de la sedicente secretaria de Educación Pública, María de los Ángeles Errísúriz Alarcón, quien a partir del 21 de marzo de 2013 fue nombrada Directora General del INEA (Instituto Nacional de Educación para los Adultos) seguramente por recomendación de Enrique Martínez. Finalmente a los políticos ricachones y a los funcionarios nada les importa que sus incapaces recomendados le sigan partiendo la madre a la educación pública, a fin de cuentas ellos tienen a sus hijos en escuelas privadas.
También por estos días comenzaron a salir a la luz los trapos sucios del montemayorismo, en donde todos los funcionarios influyentes con el “hermano Lelo” (como le decían a Montemayor los enriquistas) se enriquecieron haciendo negocios a la sombra del poder.
Uno de esos vivales, Jorge César González, fue “balconeado” por algunos periodistas, quien a 6 meses de terminar el sexenio montemayorista se manejaba como un nuevo rico. Jorge César, pariente político de los Gutiérrez, fue habilitado por Montemayor como director de “comunicación social”, pero por un conflicto de negocios fue removido a la secretaría particular del ejecutivo.
Como a todos sus iguales, a Jorge César se le acusó de haber hecho todo tipo de negocios a la sombra del poder: equipamiento de patrullas policiacas, instalación de sistemas de contraes- pionaje, renta de radiodifusoras, abultamiento en las nóminas de embutes y utilización de prestanombres; además de lo que todos los cortesanos hacen: intrigas palaciegas, chismes de recámara, deslealtades y revanchismos.
Al inicio del sexenio montemayorista, el propio Jorge César me confío en una breve plática, que había encontrado micrófonos ocultos en el despacho del gobernador, que los retiró y había instalado vibradores en las ventanas para que no pudieran escuchar desde el exterior los asuntos que el gobernador trataba en su despacho. Lo mismo, según me dijo, había realizado en la casa de Montemayor.
Se afirmó que uno de los negocios de Jorge César, la renta de radiodifusoras, fue el origen de los conflictos que tuvo con empresarios radiofó- nicos, como fue el caso de los Juaristi Septién, quienes por esa razón, en reiteradas ocasiones lo criticaron duramente en las columnas políticas del periódico Zócalo de Piedras Negras.
Incluso se dijo que los conflictos ocasio- nados por la renta de una radiodifusora fueron la causa de que Montemayor lo quitara de la dirección de “comunicación social” y lo nombrara su secreta- rio particular. El vivillo de Jorge César como director de “comunicación social” autorizaba contratos de publicidad para la radiodifusora que rentaba.
Por otro lado, Alejandro Gutiérrez Gutiérrez se dio a la tarea de hacer que lo destaparan como “candidato natural” para cualquier puesto. Desde entonces a “La Coneja” le pusimos otro apodo en El Periódico... “El precandidato pa’ lo que sea”. El mismo Alejandro convalidaba su nuevo apodo, pues él mismo había pedido que lo candidatearan, primero como precandidato a la gubernatura, luego para la Presidencia del CDE del PRI, después para la Presidencia Municipal de Saltillo, y por último como precandidato a Senador.
(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio montemayorista...
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